Medicina Natural al Alcance de todos
El Naturismo es tan antiguo como
la Creación, pero sólo ha llegado a tomar beligerancia es nuestros días para
defender a la humanidad de la ofensiva diabólica de la Teoría Microbiana que
atribuye a los microbios la causa de las dolencias del hombre, El Autor.
La Medicina Natural o ciencia de
la Salud nació con el hombre y fue practicada por los sacerdotes egipcios y
caldeos. También la cultivaron los filósofos de la antigüedad.
Hipócrates formuló las reglas del
verdadero arte de cura, cuya clave, expresada en su clásica frase natura
medicatrix, o sea
“la Naturaleza es
la que cura”,
ha sido olvidada por
los profesionales con su
actuación antinatural que conduce a la dependencia de los fármacos y la
mutilación del cuerpo.
La acción tóxica de los venenos
farmacéuticos es el agente que deprime y anula la fuerza curativa natural que
posee todo organismo, llegando a
paralizar hasta impedir toda reacción salvadora. La mutilación de las entrañas
también hace imposible restablecer la normalidad funcional del organismo, vale
decir la naturaleza.
Las fuerzas
de la Naturaleza
no mandan ya
en el cuerpo
que está bajo
la acción de medicamentos y esta es la razón por la
cual las drogas suprimen los síntomas, que siempre constituyen una defensa del
organismo.
Frente a las actividades médicas
de los filósofos y sacerdotes que actuaban a plena luz, los hechiceros crearon
un arte diabólico, misterioso y a la sombra. En lugar de los agentes naturales
de que se servían los médicos filósofos, los hechiceros recetaban a sus enfermos substancias tóxicas,
estimulantes o calmantes a bases de ponzoñas de serpientes y de sapos,
excrementos y otras inmundicias que preparaban para disimular su repugnante naturaleza.
Así se explica el origen de las
dos medicinas que, según el doctor Paul Carton, se disputan la atención de los
enfermos: Medicina Blanca o filosófica y Medicina Negra o de hechiceros.
Los preparados farmacéuticos
actuales, las vacunas y los sueros de cultivos de microbios nada tienen que
envidiarle a las inmundas medicinas de los hechiceros. Y en contra esa falsa
medicina surgió una reacción para salvar a la Humanidad. Esa reacción surgió
del campo de los enfermos no del de los facultativos.
Enfermos fueron Priessnitz,
Kneipp, Kuhne, Rikli, Just, Padreo Tadeo y también el autor de estas líneas. La
comprobación personal del fracaso de la medicina que pretende restablecer la salud con tóxicos
de farmacias, agentes de laboratorios y
con sangrientas intervenciones quirúrgicas llevó a estos enfermos rebeldes a buscar el camino de la verdadera
salud con las luces de su razón.
La medicina universitaria es una
profesión de carácter económico, inadecuada para satisfacer las necesidades del
enfermo que necesita controlar y defender su normalidad funcional por sí mismo.
Consciente de los defectos de sus conocimientos y necesitando imponer una
autoridad y prestigio la medicina facultativa se ha organizado en asociaciones
férreamente disciplinadas para suplir el poder de su ciencia.
Doctrina Térmica de Salud
Este concepto es enunciado por
vez primera en el campo de la salud humana y tiene la siguiente historia:
En el año de 1899 ingrese a la
Escuela de Medicina de la Universidad de Chile, pero me vi obligado a
interrumpir mis estudios al caer víctima de sífilis. Después de largos años de
enormes gastos con todo tipo de
especialistas, huyendo de mí mismo
me fui a un
pueblo en donde casualmente me topé con un monje capuchino que me dijo “¿Has
venido a verme? Te espero en mi consulta porque estás muy enfermo” en la
consulta le dije que de acuerdo con los
análisis de laboratorio ya no tenía el microbio de la sífilis y que los médicos
diagnosticaban neurastenia. “Te equivocas tú y se equivocan los médicos, la
enfermedad la tienes en la sangre”, me
replicó el Padre.
Recibí la “receta” que prescribía
paseos descalzo por el rocío del pasto al salir el sol, frotaciones y chorros
de agua fría a distintas horas;
envolturas húmedas de todo el cuerpo, alternando con vapores de cajón, excursiones
con ascensión a cerros, etc. Aunque me parecía difícil que estas prácticas
pudieran ayudarme a recuperar mi perdida de salud, me sometí a ellas con
puntualidad y constancia.
Antes de
quince días de
tratamiento se me
abrió un horizonte
de felicidad y bienestar desconocido, pero al mismo tiempo apareció un abundante
flujo uretral que los médicos me habían
“curado” años antes, sofocando su expulsión del cuerpo y obligándolo a
retener esas impurezas que me causaron inflamación prostática, estrechez de la
uretra y hasta retención de la
orina.También tuve inflamación de los ganglios de las ingles, axilas y cuello,
apareciendo además erupciones y llagas por todo mi cuerpo.
Con esas novedades volví a la
consulta y le dije: “Me estoy pudriendo Padre, mire lo que me pasa”...
Contestó: “Estás salvado, ahora vas a expulsar la enfermedad que los médicos te
echaron en la sangre”.
Más de un año estuvo mi cuerpo
eliminando pus por la uretra, llagas y postemas, sin ninguna otra
complicación y sintiendo
cada día una felicidad de vivir
nunca antes conocida,
misma que conservo hasta la
fecha, a la edad de 77 años.
Ante la elocuencia de estos
hechos, me di cuenta que las drogas eran incapaces de devolver la salud perdida
y que ésta sólo podía mantenerse y recuperarse mediante la acción de los
agentes vitales que ofrece la Naturaleza en el aire, la luz, el sol, el agua
fría, la tierra, las frutas y vegetales crudos.
Tomé entonces la resolución de
dedicar mi vida entera al estudio, práctica y difusión de la verdad en cuanto a
salud se refiere, la que providencialmente había llegado a conocer al margen de
la medicina facultativa.
Durante nueve años seguí las
sabias enseñanzas y prácticas del Padre Tadeo de Winsent. Cuando este
sabio Capuchino alemán
abandono Chile para
irse a curar
a los leprosos
de Colombia. Me dediqué
a estudiar las
obras de sus
maestros especialmente de
Monseñor Sebastián Kneipp.
Cómo concebí la Doctrina Térmica
La salvadora experiencia del
sistema Kneipp me llevó al estudio de los otros grandes maestros. Sin embargo,
no encontré en
estos genios intuitivos
la Doctrina Filosófica
que explicara la recuperación de mi salud y
reuniera sus puntos de vistas. En ese empeño felizmente conocí la Iridología.
El estudio de numerosas obras
sobre el tema me llevó a la conclusión de que no había nada aprovechable en el
examen del Iris de los ojo si este se
realizaba con criterio anatómico o patológico.
En cambio, la idea que se
despertó en mí como fruto de mis observaciones y experiencias me llevó a
formular mi Doctrina Térmica como base de la normalidad en el funcionamiento
del cuerpo. Así, mi Doctrina Térmica pudo servir de piedra angular que
fundamenta los diversos sistemas de quienes han dado vida al Naturismo
Universal.
Como lo expongo en mi libro El
Iris de tus Ojos revela tu Salud, mi Doctrina Térmica saca por primera vez el
problema de la salud del trillado campo de la Patología y la Terapéutica
colocándolo en el de la temperatura. Este nuevo concepto viene a dar
fisonomía al naturismo sacándolo de la
confusión y la anarquía.
La vida civilizada lleva al
hombre al desequilibrio de las temperaturas de su cuerpo, afiebrando
diariamente sus entrañas con la cocina y
debilitando el calor de su piel con ropas y abrigos inadecuados. De
aquí el origen de
todo desarreglo funcional
que se inicia
con resfriados e indigestiones.
Según esto, los distintos
sistemas naturistas de hidrópatas, fisiatras, trofólogos, nudistas, dietistas,
vegetarianos, etc. Obtienen sus éxitos actuando sobre las temperaturas del
cuerpo, pero en una forma rutinaria que conduce
al curanderismo. Mi Doctrina Térmica permite establecer, por el examen
del Iris, la necesidad que existe en
todo enfermo de afiebrar su piel y refrescar sus entrañas.
Esta doble finalidad siempre
debe realizarse para obtener la
normalidad funcional del organismo, la Salud integral. Sólo varía la intensidad
de las aplicaciones adecuadas cada caso,
de acuerdo con las necesidades que se descubren en el iris y con las
condiciones personales del sujeto.
Mi Doctrina Térmica complementa
los aforismos conocidos como fundamentales en la Ciencia de la Salud. Así
tenemos que “no hay enfermedades, sino enfermos”, o sea individuos faltos de
salud por desequilibrio térmico del cuerpo en grado variable.
Además, “la Naturaleza es la que
cura”, lo cual se logra restableciendo el Equilibrio Térmico del cuerpo.Sin
darse cuenta, toda la terapia Naturista ha justificado mi Doctrina Térmica, ya
que su arma principal es el agua fría en el tratamiento de los enfermos.
Lógicamente este elemento es
incapaz de matar microbios, pero es indispensable para normalizar las
temperaturas del cuerpo, siempre víctima
de fiebre o calentura. Una vez aceptada mi Doctrina Térmica, la higiene se reduce
a mantener el cuerpo en Equilibrio Térmico mediante el cumplimiento de la Ley
Natural y todo procedimiento curativo debe dirigirse a restablecer dicho
equilibrio.
La Doctrina Térmica enseña al
hombre a mantener o recuperar su salud mediante el equilibrio de las temperaturas internas y externa de su cuerpo.
Esta Doctrina es una Ciencia de la Salud al margen de la Medicina.
Desarreglo funcional del organismo por desequilibrio térmico del cuerpo
Este es el fenómeno
característico del estado de enfermo sin distinción de nombres o síntomas. Definamos
de una vez lo que entiende por fiebre mi Doctrina Térmica.
Fiebre o calentura es un fenómeno
de naturaleza inflamatoria y congestiva. Se origina por reacción nerviosa y
circulatoria cuando los nervios son irritados o sometidos a trabajo mayor que
el normal. El calor febril es efecto de la reacción nerviosa y circulatoria.
La enfermedad no es obra del
demonio, ni del microbio, sino desarreglo funcional por fiebre
gastrointestinal, le revela el iris de los ojos de todo enfermo y generalmente
lo confirma su pulso. Corrompiendo los alimentos, esta fiebre debilita y mata
la vida por desnutrición e intoxicación progresiva de sus víctimas, como se
explicará más adelante.
La fiebre interna también altera
o incapacita las funciones de nutrición y eliminación de los pulmones porque
acelera la actividad del corazón que enviando la ola sanguínea con demasiada
frecuencia a los pulmones, congestiona sus tejidos reduciendo su capacidad de
aire.
La fiebre interna también
debilita las funciones de la piel, tercer riñón y tercer pulmón, porque produce
anemia, es decir, deficiencia de la circulación sanguínea en este órgano, en la
misma medida que aumenta la congestión en las entrañas. Es así como la fiebre
interna altera la salud y mata la vida incapacitando al cuerpo para nutrirse y
desintoxicarse normalmente.
El enemigo que se debe combatir
en todo enfermo y en toda dolencia no es el microbio sino la fiebre. En
realidad se muere de “fiebre” y no de “infecciones”.
“Buenas digestiones” y no “inyecciones” son el recurso curativo que
triunfará en toda dolencia. No olvidemos nunca que la digestión sana requiere
ante todo de una temperatura normal en el aparato digestivo.
El agente que realiza la vuelta a
la salud es la fuerza vital del enfermo. Esta fuerza se mantiene y activa con
buenas digestiones y con actividad funcional de la piel, o sea buenas
eliminaciones, funciones ambas que requieren equilibrio de las temperaturas
internas y externas del cuerpo.
Como veremos, el hombre es el
único ser de la Creación que desequilibra las temperaturas de su cuerpo, debilitando su piel con vestidos y afiebrando
sus entrañas con los esfuerzos a que se somete su aparato y digestivo para
procesar alimentos inadecuados.
Resumen de mi doctrina
Sin pretender inventar nada en
cuanto a salud se refiere, mi Doctrina establece un nuevo concepto de salud
fundamentado en las revelaciones del iris de
los ojos de
millares de individuos observados en el espacio de más de
cuarenta años. De acuerdo con esto llegamos a lo siguiente:
1. Salud es normalidad funcional
del organismo en los procesos de nutrición y eliminación que simultáneamente
realizan el aparato digestivo, los pulmones y la piel.
2. Toda dolencia es manifestación
de “falta de salud”, o sea, de desarreglo funcional. De aquí que, cualquiera
sea su nombre o manifestación, la enfermedad es de naturaleza funcional y no
microbiana.
3. Sólo la salud tiene carácter positivo. Toda dolencia demuestra fenómeno negativo porque revela “falta de salud” en grado variable. De aquí que las enfermedades no se “curan”, sino que desaparecen mediante el restablecimiento de la salud, que es la normalidad funcional.
4. La Patología es una simple clasificación convencional o nomenclatura de síntomas y manifestaciones de falta de salud. De aquí que no hay enfermedades sino que sólo hay enfermos.
5. Pero si queremos darle una personalidad positiva a la “enfermedad”, es preciso convenir en que sin importar su nombre o su manifestación, toda dolencia está constituida por fiebre gastrointestinal en grado variable. Esta fiebre es la causa y el punto de apoyo del desarreglo funcional del organismo, vale decir, es el enemigo de la salud y la única causa de muerte. No hay enfermo sin fiebre o calentura.
6. Los
síntomas, clasificados como
males diversos por
la Patología, son simples manifestaciones de desarreglo de
las funciones de nutrición y eliminación del organismo afectado. La diversidad de síntomas de “falta de salud”
depende del sujeto, de sus antecedentes hereditarios, su modo de vida, su
ocupación, edad, sexo, del clima en que vive, etcétera.
7. El enemigo que hay que combatir en todo enfermo es la fiebre o calentura y no el microbio. Salvo accidente, sólo se muere de fiebre.
8. Fiebre o calentura es un fenómeno de naturaleza inflamatoria y congestiva. Se origina por reacción nerviosa y circulatoria cuando los nervios son irritados o sometidos a trabajo excesivo.
9. Existe fiebre cuando la
temperatura sube de 37 grados centígrados. Hay tres tipos de fiebre: la interna
que suele constatarse en el pulso y se revela siempre en el iris de los ojos.
La externa, que denuncia el termómetro aplicado en las axilas. Y, por fin, la
local, correspondiente a la zona dolorida o afectada.
La fiebre que sale a la
superficie del cuerpo es “curativa” porque favorece la eliminación de impurezas
por la piel. Basta controlarla con adecuadas aplicaciones frías de agua o lodo.
La fiebre local debe
combatirse porque altera los procesos de
nutrición y eliminación de los tejidos afectados. Por fin, la fiebre interna
debilita y aniquila a sus víctimas por desnutrición e intoxicación, alterando los
procesos de nutrición y eliminación que realizan simultáneamente el aparato
digestivo, los pulmones y la piel.
En efecto,
la fiebre gastrointestinal altera
la digestión, que
requiere de 37 grados centígrados para realizarse
normalmente. Si sube la temperatura la digestión se convierte en putrefacción,
la cual es fuente de tóxicos que en vez de nutrir envenenan la sangre.
La fiebre interna también altera
las funciones de nutrición y eliminación de los pulmones. Cuando la actividad
del corazón es estimulada por el calor, la ola sanguínea que llega a los
pulmones congestiona sus tejidos y reduce la capacidad respiratoria.
Por último, la fiebre interna
congestiona las entrañas y produce una deficiente circulación sanguínea en la
superficie y las extremidades del cuerpo. Así se debilitan las funciones de
tercer riñón y pulmón que debe jugar la piel.
10. Queda claro que toda dolencia
es de carácter general y no local. Su naturaleza es “funcional” y no
“microbiana”. Mi concepto se dirige entonces a normalizar las funciones de
nutrición y eliminación sin sofocar los síntomas. No cura, sino normaliza,
colocando al cuerpo en Equilibrio Térmico.
11. No existen enfermedades de
naturaleza diferente. Sólo hay distintas manifestaciones del desarreglo
funcional del organismo,
o sea, de falta
de salud. Existen,
eso sí, enfermos diferentes según sea su constitución
orgánica, el estado de pureza de su sangre y el grado de cronicidad de su
anormalidad funcional. Él cuerpo es un solo órgano y la vida una función.
12. La normalidad funcional del
cuerpo sólo puede existir con equilibrio de las temperaturas externa e
interna. El hombre
es el único
ser de la creación
que desequilibra las temperaturas de su cuerpo. Desde que
nace, el ser humano debilita su piel con abrigos exagerados y congestiona sus
entrañas con alimentos inadecuados. Esto se puede ver en grado variable en el
iris de los ojos de todo enfermo.
13. Los microbios son agentes de
vida y salud; jamás agentes de enfermedad o muerte. Contribuyen a la armonía y
orden universal, de modo que es absurdo culparlos del desarreglo funcional del
organismo que caracteriza a toda dolencia.
14. el arte de curar, vale decir
de restablecer la salud, debe dirigirse a refrescar el interior del
vientre del enfermo y afiebrar la piel,
para desequilibrar las temperaturas de su cuerpo.
15. El agente que realiza la
curación es la fuerza vital del enfermo.
16. el sistema nervioso es el
motor de la vida. La fuerza vital es la energía nerviosa y depende de la salud
de los nervios. Estos, a su vez, son nutridos por la sangre cuya pureza
determina salud. La impureza del fluido vital debilita la potencia nerviosa,
pero como la sangre es producto de la digestión y esta sólo sana cuando se
realiza a 37 grados centígrados, la fiebre gastrointestinal debilita y aniquila
la energía nerviosa, vale decir, la vitalidad del organismo.
17. Dado la impureza de la sangre
proviene de que el individuo respira aire malsano, de que elabora
putrefacciones gastrointestinales y por deficiencia en las eliminaciones de su
piel, riñones e intestinos, de ahí surge el debilitamiento de la energía nerviosa.
También las drogas o
medicamentos ç, los sueros,
vacunas, la electricidad
y las intervenciones quirúrgicas deprimen
la actividad nerviosa y, por lo tanto, la energía vital del individuo.
18. La Naturaleza
cura, es decir,
normaliza las funciones
orgánicas, siempre que se equilibren las temperaturas interna y
externa del cuerpo.
19. En la Doctrina Térmica no
se diagnostican enfermedades, no se dan
remedios y tampoco se “cura”,
sino que el
objetivo es normalizar
las funciones digestivas y eliminadoras del enfermo afiebrando su piel
y refrescando sus entrañas. El cuerpo se trata como un solo órgano, unidad
indivisible.
20. mi Doctrina Térmica saca el
problema de la salud del campo de la Patología y de la Terapéutica y
lo coloca en
el terreno de
las Temperaturas, de
acuerdo con las revelaciones del iris en sus ojos.
Autor: Manuel Lezaeta Acharan
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