Medicina Natural al Alcance de todos
“En lugar de estudiar alimentación y desintoxicación del cuerpo humano, hemos estado estudiando gérmenes... el mundo está en un camino errado. Libremos al cuerpo de sus toxinas y alimentémoslo correctamente y estará Hecho el milagro de la salud” Dr. Arbuthnot Lan.
Como lo define el diccionario, Salud es el estado de normalidad funcional de nuestro organismo. Constituye un fenómeno positivo y de naturaleza única. Enfermedad es la manifestación de desarreglo funcional del cuerpo, o sea, alteración de la salud, un fenómeno negativo también de naturaleza única. Así que no hay enfermedades sino enfermos y tampoco hay enfermedad local, sino como efecto del desarreglo general.
La diversidad de síntomas es determinada por la herencia, la edad, el sexo, la ocupación, la costumbre, el clima, etc. Salvo accidente, el cuerpo no se enferma por parte: o está sano o integralmente enfermo. Aunque el accidente y la enfermedad se caracterizan por la alteración mayor o menor del funcionamiento del organismo afectado.
Pero si la enfermedad y el accidente tiene afectos análogos, su origen es diferente. El accidente supone una causa externa, ajena al individuo, mientras que la enfermedad obedece a una causa interior, propia del sujeto que la sufre.
Las enfermedades, pues, no vienen de fuera, como las supuestas infecciones, sino que se originan en el interior de nuestro cuerpo siempre por alteración digestiva. La enfermedad es la sanción que nos impone la Naturaleza por la transgresión de sus leyes que rigen la vida mediante el dolor nos vemos obligados a enmendar rumbos. También representa una crisis, reacción defensiva del organismo que procura, expulsar las impurezas que le perjudican y que siempre se adquieren por nutrición no natural.
Atribuir la enfermedad a la infección microbiana es darle un origen análogo al accidente, lo que contradice la razón y nuestra experiencia. Como veremos más adelante, los microbios son agentes de vida y no de muerte. Aun la herencia no es causa de alguna enfermedad específica. La Iridología demuestra que los padres transmiten a sus hijos la calidad de su sangre y la contextura de sus organismos, pero no una dolencia determinada. Si las enfermedades se heredasen, la especie humana ya hubiera desaparecido de la faz de la Tierra.
Una vida juiciosa con nutrición adecuada y eliminaciones activas, regenerará la composición de la sangre heredada por los hijos de padres, que intoxicaron su organismo con una vida de errores o vicios. La escuela primaria debería enseñar a los niños a ser guardianes de su salud.
El ejemplo de los animales que viven en libertad y son guiados por su instinto nos enseña cómo obrar de acuerdo con las leyes naturales es garantía de que la salud sea algo corriente y ordinario. En cambio, el hombre, al haber degenerado su instinto, es víctima de errores individuales y colectivos que lo llevan a vivir en conflicto diario con la Naturaleza. Por eso la falta de salud es el estado habitual en el ser humano.
El concepto de enfermedad que atribuye ésta a la infección microbiana, pretende hacer desaparecer los males del hombre mediante procedimientos extraños al enfermo, medicamentos, cirugía, vacunas, etc. En cambio, nuestro método busca el remedio de sus males, cualquiera que sea el nombre de su dolencia, en el régimen higiénico del individuo.
La vida se desarrolla y mantiene por la incorporación a nuestro organismo de las energías y substancias necesarias a su economía y, además, por la oportuna eliminación de lo gastado, inservible o perjudicial. Así pues, la vida orgánica descansa en la nutrición y la eliminación . Cuando estas funciones son normales, el organismo estará sano y viceversa.
A través de los pulmones y la piel introducimos en nuestro cuerpo las substancias y energías del ambiente que nos rodea: el aire, la luz, el sol, el magnetismo, la electricidad y las energías de todo tipo. Por el aparato digestivo incorporamos los elementos de la tierra, directamente tomados de las frutas y vegetales que comemos, e indirectamente en los productos animales. También con el aparato digestivo, más los riñones, se efectúa la eliminación de los desechos de la actividad orgánica.
Nuestro organismo es análogo a un motor de combustión interna. Para que este motor funcione normalmente necesita estar bien “alimentado” con aire, gasolina y aceite. Además, precisa limpieza general y una activas eliminación de los desechos, de ser posible con un escape libre. Finalmente, es indispensable la adecuada refrigeración para evitar calentamiento y la dilatación de los cilindros pues de otro modo se destruirían.
Esto mismo ocurre con el cuerpo humano. Para que exista salud es preciso una buena nutrición con aire y alimentos adecuados, lo mismo que una correcta eliminación por la piel, los riñones y los intestinos. Finalmente, también es indispensable la refrigeración del interior del vientre para evitar las putrefacciones intestinales que desnutren e intoxican al individuo, debilitando su fuerza y adelantando su muerte. De acuerdo con esto, los sistemas que pretenden triunfar sobre las dolencias del hombre con simples regímenes alimenticios o dietéticos están condenados al fracaso, porque ignoran que la digestión requiere de la temperatura normal del aparato digestivo para ser fuentes de sangre pura y vida sana.
Sabemos que un motor que se calienta en exceso, dilatando sus cilindros, produce la fricción que dificulta el trabajo y conduce a la destrucción de sus partes. Igualmente, la fiebre interna, que en grado variable es común a todo enfermo, congestiona, debilita y destruye los órganos internos, al mismo tiempo que altera y dificulta las importantes funciones de la piel y los pulmones.
La nutrición normal (frutas crudas y semillas de árboles) no exige esfuerzo al organismo, lo que significa que tampoco altera las temperaturas del cuerpo que respira aire puro por los pulmones y la piel. Esa nutrición proporciona lo que necesita el organismo sin dejar impurezas en él y supone eliminaciones normales. Por esto es que la salud en última instancia depende de la nutrición. La nutrición inadecuada que exige un excesivo y prolongado trabajo del aparato digestivo es causa de fiebre interna y, por esa vía, de la producción de sangre impura. Esto rebaja la energía vital del individuo y origina las diversas anormalidades que se clasifican como enfermedades.
La enfermedad, pues, cualquiera que sea su nombre o manifestación, siempre está constituida por alteración, mayor o menor, de las funciones de nutrición y eliminación, causada por la fiebre interna del vientre.
Se comprende, entonces, que el punto de partida y laboratorio que origina y mantiene toda dolencia siempre está en el vientre.
Enfermedad aguda y crónica
La alteración de la salud puede ser aguda o crónica. La primera denuncia un activo esfuerzo de la energía vital para restablecer la normalidad orgánica alterada o perdida por llevar una vida antinatural. Ella constituye una crisis curativa que, si es favorecida y no sofocada, restablece la salud integral del cuerpo. Las dolencias agudas son propias de la infancia y de personas robustas.
En el enfermo crónico el organismo convive con su desarreglo funcional porque carece de la energía vital suficiente para operar una crisis curativa , vale decir, un proceso agudo de purificación. Los males crónicos predominan en la vejez y en individuos debilitados por desnutrición e intoxicación o tratamiento medicamentoso.
Sólo sana la enfermedad aguda, porque solamente ella revela defensas naturales adecuadas y capaces de liberar al organismo de la impureza que altera su funcionamiento normal. Para sanar la enfermedad crónica es preciso convertirla en aguda. De aquí que, cuando se practica un tratamiento natural, se considere como indicio de curación cuando el enfermo ve reaparecer los síntomas agudos de su dolencia que habían sido sofocados con medicamentos o intervenciones quirúrgicas.
Una gonorrea que se sofoca mediante medicamentos o lavados astringentes de la uretra o vagina reaparece como recién contraída, a los pocos días de tratado el enfermo según mi teoría porque al normalizar la nutrición y activar sus eliminaciones, el organismo pone enérgicamente en acción sus defensas para expulsar las inmundicias acumuladas en su vientre por desarreglos digestivos mediante la supuración de sus mucosas uretrales o vaginales.
Mi Doctrina Térmica, favoreciendo la tendencia curativa del organismo, activa los síntomas agudos que defienden la vida del cuerpo. En cambio, la medicina medicamentosa, confundiendo el síntoma con el mal mismo, pretende combatir éste suprimiendo su manifestación mediante tóxicos que rebajan la energía vital y detienen la actividad defensiva del organismo.
Fiebre externa, erupciones, diarreas, dolores, supuraciones, etc., en sí no son actividades perjudiciales sino revelaciones defensivas del organismo que acusan en él la existencia de materias muertas, de substancias extrañas al cuerpo vivo que es preciso destruir y eliminar para librarlo de su dañina presencia. La composición y circulación de la sangre se altera con la presencia de estas materias morbosas, causando trastornos diversos que erróneamente se clasifican como otras enfermedades.
La medicina sintomática, que se practica como ciencia oficial, es anticientífica porque desconoce el hecho de que las reacciones naturales del cuerpo lo llevan siempre a actuar en su propia defensa. Combatir de frente estas reacciones manifestadas en el síntoma es desarmar a la Naturaleza y obligar al organismo a convivir con sus propios enemigos. Así se explica que, mientras las estadísticas muestran una disminución de las muertes por afecciones agudas, los males crónicos aumenten cada día la cifra de nuestra morbilidad y mortalidad.
La fiebre gastrointestinal es la naturaleza íntima de todo proceso morboso
Sabemos que la fiebre es un proceso inflamatorio y congestivo de los tejidos afectados por reacción nerviosa y circulatoria. Se origina y mantiene por irritación, inflamación y congestión de las mucosas y paredes del tubo digestivo, como lo revelan el iris de los ojos y el pulso de todo enfermo. No existe enfermo sin fiebre, aunque no lo muestre el termómetro. En las crisis agudas la fiebre aparece en la superficie del cuerpo, mientras que en los males crónicos la fiebre está siempre refugiada al interior del vientre.
Sólo la fiebre externa es signo de la defensa orgánica y la fiebre interna denuncia incapacidad defensiva del organismo. Por esto es que siempre acompaña al enfermo sin síntomas. La fiebre externa puede apreciarse midiendo la temperatura con un termómetro bajo el brazo, mientras que la fiebre interna sólo constata por el pulso y la observación del iris.
Autor: Manuel Lezaeta Acharan
Comentarios
Publicar un comentario